Me contaron que
antiguamente los viudos de verano se reunían con los amigos, hacían un asado,
en la noche salían de farra y nadie los reprendía cuando llegaban tarde. Se
juntaban con algunos amigos que no eran gratos en la casa, iban al cine a comer
maíz inflado, hacían planes y hablaban de lo que se les ocurriera. Eso era
antes de cumplir setenta años, después uno se va quedando solo y prefiere
arranarse frente al televisor porque ya ni cerveza se puede tomar, pero las
series de la TV son todas malas y se repiten y se repiten porque los que
manejan ese asunto son jóvenes y creen que los viejos que quedamos solos somos
imbéciles, por decir lo menos. No hay nadie que nos restriegue la espalda en el
baño, que nos haga un masaje, que nos hable para que no nos quedemos dormidos,
que nos prepare la medicina efervescente esa que debemos tomar dos veces al
día, que nos recuerde la pastilla de la mañana, etc. Amigos ya no quedan, nadie
nos visita y el verano se pone fome. La verdad es que quedar viudo de verano
después de los setenta no es muy grato…
Eso…