Un día en la televisión (donde los que
trabajan allí se dedican a hablar de ellos mismos) decidieron dejar las “otras
cosas” de lado y abocarse (el término queda muy bien porque parece que viene de
boca) de lleno a la autorreferencia que es un deporte que no desarrolla los
músculos pero infla el ego, que te lo encargo (¿?).
Así nacieron los “opinólogos”, que se dedican
precisamente a opinar respecto de las “figuras” y “rostros” del espectáculo
nacional, donde las modelos almuerzan (o cenan, más bien) futbolistas y se
comen a los tenistas de postre, y algunos entes, con apellidos enjundiosos, se
visten de negro y dicen una sartalada de huevadas por minuto (pido disculpas
por la expresión pero eso es lo que hacen) y parece que creen que son gente
importante.
Hay otros que opinan de música y, salvo tocar
el timbre o silbar un reggaetón, jamás han compuesto melodía alguna o
interpretado ningún instrumento armoniosamente. (Tal vez han soplado el
“totoreto”, que es el cartón del papel confort que uno se encuentra en el baño
cuando ya se acabó el rollo) y eso sería toda su contribución al arte musical.
Y de eso se trata nuestra televisión, actualmente.
En la noche, y sólo una vez por semana, hay
un programa estelar conducido por un grande llamado Mario Kreutzberger (no me
pidan que lo escriba bien) que lleva por título “QUIEN MERECE SER
MILLONARIO” y que según yo debería
llamarse “QUIEN MERECE SER COMO MARIO”, donde se reparten millones a destajo y
uno mira como los otros ganan plata pero ninguno se hace rico porque en la TV
son tontos pero hasta por ahí nomás.
En otro canal, un narigón piscolero, con una
guata parecida a la mía (en el volumen se entiende porque el trago que yo tomo es
de bastante menor calidad por lo que nuestras cirrosis sólo se comparan en su
forma y en su fondo pero no en su status) se rodea de mujeres jóvenes que están
como para el crimen y hace alarde de su bohonomía (alguna idea tengo de lo que
significa eso) pero igual parece patrón de fundo arreando a su ganado que va
para el lado que sople el jefe.
En otro canal, los fines de semana se reúnen
a hablar huevadas (perdonen la expresión pero en este caso significa “cosas”)
cuatro próceres del bla bla, que son más inteligentes que la cresta y no son
genios porque si lo fueran no se prestarían para estar en la tele (nadie es
perfecto) y la semana pasada llevaron de invitada a una ministra con lo que
rompieron la sólida estructura de Club de Tobi, que tenían hasta entonces, y
como es la primera mujer que invitan ninguno supo como comportarse ante ella
así es que no tuvieron ni la menor oportunidad de abrir la “sanguchera”, como
tan sabiamente dijo uno de ellos mismos al finalizar la emisión, de modo que
asistimos estupefactos a una suerte de monólogo, de ministra, que nos dejó en
el mismo lugar donde estábamos antes de su hora, completita, de bla bla.
Lo malo de todo esto es que, escribiendo en
un blog, no puedo extenderme mucho pero tampoco me puedo ir sin mencionar los
noticieros de todos los canales que lo dejan pensando, a uno: ¿No será posible
que esté pasando algo bueno en alguna parte?
Ayer se cayó un puente, hace poco se
desapareció otro (que parece que nunca existió) y un respetable y joven señor,
de vialidad, habla de los hoyos en las calles y les llama “eventos” (¿?).
Mi señora zurce, amorosamente, los “eventos”
de uno de mis calcetines y mejor apago la tele y me voy a acostar.
Tan tan.