Hoy estuve parado frente al cajero
automático. Le expliqué mi situación con lujos y detalles. Le dije que no tengo
trabajo, que las cuentas se amontonan sobre mi mesa y no encuentro la forma de
pagarlas. Le dije que nunca he tenido intenciones de faltar a mis compromisos
contraídos pero que jamás pensé que me iba a ver en esta situación.
Intenté ser lo más persuasivo posible pero
sólo me arrojó (como quien le saca la lengua a otro) un comprobante de papel
donde se lee: “disponible para avance 0”.
Metí otra tarjeta y se rió de mí con otro
comprobante igual.
Lo intenté con otra tarjeta y casi no me da
ni siquiera el papel. (A lo mejor pensó que era mucho gasto de material para un
tipo que no produce nada).
Se le olvidó que en mi vida he producido
cualquier cantidad de plata y que esta situación es pasajera pero esos
antecedentes no sirven y el “disponible avance 0” se repite y se repite.
Entonces decido enfrentármele por las malas y
lo abrazo para estrujarlo como a un limón pero no le sale ni una gota de jugo.
Entonces me guardo, dignamente, mis tarjetas
y volviéndole la espalda me voy.
¡Qué se habrá creído!