martes, 29 de diciembre de 2015

008.- LAS PANTUFLAS

Mi señora me regaló un par de pantuflas, así es que me las tengo que poner.
Me quedaron grandes pero me las tuve que poner.
Me las regaló con tanto amor que me las tuve que poner.
Es que cuando mi señora me compra alguna cosa me la tengo que poner.
No importa si la necesito o no, pero me la tengo que poner.
Recién llegó del hipermercado y me trajo corchetes, clips, chicos, medianos y grandes, sobres largos y de los otros, lápices de grafito, pega todo, súper glu, stick fix, corrector para máquina de escribir (¿?), goma de borrar (supongo que para los lápices de grafito), sacapuntas, pilas chicas, medianas y grandes, etc., etc., que han llenado mis cajones hasta el borde y mejor no le hablo de eso porque mañana podría ser factible que llegara con un escritorio gigante.
Mi señora me quiere y me lo dice de muchas formas (no cabe duda que comprar veinte gomas de borrar y once sacapuntas lo demuestra) así es que estoy muy contento hoy, ordenando toda esta sartalada de… atenciones que me trajo.
Me tropiezo con las pantuflas pero no importa, si me caigo y me rompo una costilla me llevará amorosamente al traumatólogo y me irá a ver al hospital todos los días, si es que no se queda a vivir allí para puro cuidarme.
Mientras trato de encajar una caja de corchetes, en un imposible e inexistente rincón del cajón de abajo de mi viejo escritorio, miro el montón de “cariñitos” que todavía me queda por ubicar en alguna parte y pienso en que es muy lindo que a uno lo quieran pero, de repente, no tanto (¿?).

(Mi señora es veinte años menor que yo así es que a veces se hace difícil explicarle algunas cosas generacionales).